Es admirable su capacidad de superación, que ni en sus peores días dejara de sacarnos miles de sonrisas a los demás. Siempre pensando en los demás, en nuestra felicidad y en nuestras sonrisas. Porque no sólo alegraba a los más pequeños de la casa, sino a padres y abuelos. Familias enteras que se sentaban juntos alrededor de la tele para verlos, para olvidarse de los malos momentos y reír, reír como nunca lo habían hecho.
Sin duda, debemos darle todos un GRACIAS inmenso, por alegrar nuestra niñez. A los niños de ahora y a los de hace 40 años, porque todos hemos pasado buenos momentos con ellos, hemos cantado sus canciones y hemos reído hasta dolernos la tripa con ellos.
No hay nada más gratificante que hacer reír a las personas y ellos lo llevan haciendo desde hace más de 40 años y si eso no es de admirar, que venga Dios y lo vea...
Quizás le tenga un cariño especial a estos payasos porque han hecho feliz la infancia de muchos niños y, sinceramente, creo que no hay nada mejor que ver a miles de niños sonreír sin parar. Cuando hago reír a un niño me siento la persona más afortunada de este mundo por querer dedicarme a la enseñanza, por pasar momentos de felicidad eterna junto a ellos, porque un día malo a su lado se convierte en el mejor de tu vida, porque son capaces de transmitirte con un abrazo lo que no está escrito y porque momentos así son los que merecen la pena en esta vida.
Todo esto ya lo tenía claro, pero ahora que estoy en las prácticas, me he convencido más aún de que esto es lo que quiero hacer el resto de mi vida, quiero ver crecer a los más pequeños, quiero verlos reír y quiero contagiarme con su inocencia día tras día, porque no hay nada más bonito...
Terminaré esta entrada diciendo una frase del gran Miliki: "Sin los niños no habría humanidad, por lo tanto la humanidad se la debemos a los niños..." sin más que decir, Hasta siempre Miliki..